Me he dado cuenta de que el metro es una fuente de intolerancia puesto que en el se juntan personas de muy distintas características. Hay gente de distintas razas, religiones, formas de vestir, gustos musicales, con algún tipo de discapacidad, feos, guapos, gordos, flacos, bajos, altos, en definitiva que hay para todos los gustos.
En todo este contexto es lógico, en un país intolerante, que se den una serie de situaciones desagradables y vergonzosas, al menos a mi me lo parecen.
1ª historia
Un buen día yendo en el metro a currar con los ojos pegados y pegado a los viajeros había tres personas al lado de la puerta, en los extremos dos chicas jóvenes y en el centro un chaval con síndrome de Down. El chico intentaba ligar con una de ellas y la decía “qué guapa eres”, “hola”, “eres muy bonita” y alguna vez la tocaba la cara. La chica en vez de seguirle el rollo, ¡coño que no te va a acuchillar!, miraba hacia otro lado intentando ignorarle porque no tenía la posibilidad de huir. Eso sí en cuanto se abrió la puerta del metro fue la primera en salir, corriendo lo más rápido que pudo, en serio que salió corriendo.
2ª historia:
El sábado venía en el metro a la una y media y me senté tranquilamente a esperar como me iba acercando a mi casa espacialmente mientras soñaba con la siesta que me iba a echar. El caso es que dos asientos más allá del mío había un chico de unos 28 años vestido en plan gótico, con anillos en los dedos y todas esas cosas. En esto que en una parada sube una chica y se ponen a hablar de unos muñecos que se acababa de comprar el tío, y que ella llevaba buscando pero no sabía donde comprarlos. Empezaron a charlar sobre la tienda, las figuras de monstruos, dónde las tenía en su casa, si era un regalo para alguien, etc.
Toda esta conversación tuvo lugar mientras una “señorita”, de más o menos 28 años, con su polo Lacoste, les miraba con mala cara, pensando seguramente: “vaya pintas”, “con su edad y con muñequitos”, “como puede andar con esos zapatones” y cosas de estas. La chica iba con su hombre mascota al que tenía medio atontando con las payasadas que le iba contando. Mientras tanto, un hombre mayor deja unos papeles de propaganda en el asiento cuando se levanta a bajarse en una estación. La chica que iba hablando tranquilamente con el “hombre de negro” se vaga en la misma estación y se despiden como si se conocieran de toda la vida. ¿Dónde llega el colmo de la historia? Pues llega en que poco después el “hombre de negro” se levanta y pega dos pegatina de las del precio en dos barra del metro mientras anda hasta otra puerta más allá. La chica refinada, al menos por los gestos lo era, pero seguro que luego se tiraba unos pedos que te cagas, le mira con una cara de asco tremenda y le empieza a hablar al “chico mascota”: “Pues me parece fatal”, “mira lo que ha hecho”, “esto no puede ser”...
Esto ratifica lo intolerante que es la gente, una persona mayor y vestida de una manera mayoritaria puede dejar papeles donde quiera, y otro vestido de manera diferente al resto puede crear los prejuicios suficiente como para ser mirado mal, y si encima hace algo cívicamente poco correcto, el desprecio es inmediato. ¿Por qué no se mosqueó cuando vió al viejo dejar los papeles en el asiento?
3ª historia:
El colmo de la intolerancia me ocurrió este fin de semana, hablando con dos colegas, ambos decían lo bien que se iba en coche y que ya si pueden evitan el transporte público. Además el metro está lleno de inmigrantes y decían que desde que no lo cogen se resfrían menos, porque según ellos los que vienen de fuera traen virus distintos a los que nosotros tenemos aquí y por eso los que van en transporte público se constipan más. En parte lo último puede ser cierto, porque si estás en un sitio cerrado con mucha gente la cantidad de bichos en el ambiente será mayor, pero lo de los inmigrantes no se lo cree nadie, además la mayoría llevará aquí el tiempo suficiente como para no tener ni rastro de virus de su país. ¿Alguien sabría decirme cuánto tiempo pasa cuando al ir a otro país no te queda ningún virus de los que llevabas? Supongo que unas semanas.
Incluso uno aseguraba que desde que va en coche no se ha resfriado ni una sola vez. Me pregunto si también evitarán los bares, las discotecas, etc.
4ª historia:
Esta no me ha ocurrido a mi sino a La mujer tirita, que gustosamente me ha cedido su vivencia para incluirla aquí:
Normalmente vamos juntas al trabajo. Hace dos días no apareció y yo me fui sola. Cuando ya había puesto un pie en el tren recibo el siguiente mensaje: “No lo cogí x los putos rumanos…mañana les pongo una bomba..”.
La historia real es la siguiente: Ana se levanta tarde y corre rauda y veloz a la estación donde un grupo de gente espera en la puerta del estanco para comprar el abono transporte. Inevitablemente entorpecen, pero si las cosas no han cambiado mucho, entorpece lo mismo un rumano que un señor de Toledo, creo yo.
Al final, las culpas las tienen siempre los que queremos que las tengan. Si te levantas tarde y no llegas al trabajo, es culpa del trafico, de la lluvia o de la huelga de tren, pero todo provocado por los rumanos (en este caso): trafico rumano, lluvia rumana…
Ana:
29 años.
Soltera.
Licenciada en Historia.
Hace dos años salió con un hindú (pero no este no debía de ser inmigrante ni entorpecer).
Viaja con cierta frecuencia a EEUU (algo se le habrá pegado).