Bueno amiguitos y amiguitas, me voy unos días a descansar a un mundo paralelo en el que hace calorcito todo el año y vamos en pelotas, espero venir con energías renovadas e ideas frescas porque el lunes me espera una buena paliza. Ya os contaré porque si tenía poco tiempo libre ahora voy a tener menos. Mientras tanto os dejo con este relato de Pepe, que corresponde al 2001 cuando estuvo de monitor de bici por los bosques americanos.
Los bosques de Connecticut son frondosos, con árboles de más de diez metros que se cruzan por encima de los caminos formando tenebrosas bóvedas. Es un clima muy húmedo, y abundan las ciénagas y pantanos. La potente biomasa no sólo se hace notar en lo que a vegetación se refiere, el otro día me crucé con una familia de ciervos cuando iba buscando nuevas rutas para la bici. La naturaleza es tan abundante y nueva para mí que no me sorprendería demasiado si algún día me encuentro un dinosaurio.
Vale. Estaréis pensando por qué me da por ponerme a hablar del paisaje a estas alturas. Pues es para poneros en situación de la historia que os voy a contar.
Ocurrió la noche del pasado jueves, cuando estábamos participando en un juego llamado "Chaos", en el algunos monitores se esconden en el bosque disfrazados de monstruos y el resto tenemos que acompañar a los chavales de nuestra cabaña para buscarlos. Estábamos cruzando un lodazal repleto de matorrales, troncos putrefactos, etc, cuando sentí un pinchazo en la pierna seguido de un intenso dolor. No habría mucha luz y yo no soy un experto en picaduras, pero deduje que debía tratarse de un escorpión o algún tipo de serpiente, y que lo mejor sería ir a la enfermería cuando antes. "Guys, somethig has bitten my leg, I'm going to see the nurse, see you later (chavales, algo me ha picado en la pierna y voy a ir a ver a la enfermera, os veo luego)", dije guardando heroicamente la compostura.
Pocos metros más adelante, cuando ya no me veían, me hice un vendaje compresivo en el muslo con la camiseta, haciendo coincidir el nudo con la arteria femoral para que no extendiese el veneno, y me dirigí a la enfermería deprisa, pero sin correr, porque en estos casos no conviene acelerar el ritmo cardiaco. Todos los que allí se encontraban me vieron llegar lleno de barro, con la camiseta liada a la pierna, cojeando (por lo que apretaba el nudo) y con cara de circunstancias, y sumaron su preocupación a la mía. Preocupación que se torno en risa contagiosa cuando la enfermera dijo que se trataba de una picadura de abeja, y que no hay bichos peligrosos en esta parte del país.
Moraleja 1: hay ciertas cosas sobre las que conviene documentarse antes de salir de casa.
Moraleja 2: las picaduras que no son mortales también duelen.