La característica más significativa de dicho hombre era que él mismo producía sus propios alimentos: en las orejas criaba patatas, en los sobacos recogía unas setas supernutritivas, en el ombligo tenía unos estupendos brotes de soja; y así, dependiendo de la fecha del año, disponía de gran cantidad de alimentos que le reportaban la energía necesaria para vivir sin tener que comprar nada. Además, del pelo le salía un montón de hojas a modo de enredadera cubríendole por completo, de esa manera estaba fresquito en verano y resguardado de las temperaturas más frías en invierno. De todas formas no era del todo cierto que no necesitara nada para sobrevivir, precisaba una serie de conocimientos para mantenerse sano y fértil, información que encontraba en libros.
Necesitaba en primer lugar saber cuáles eran las mejores fechas para el cultivo de una determinada planta, buscó información sobre abonos naturales para experimentar sobre su cuerpo, en definitiva precisaba conocer cómo mejorar su cosecha. Pero por otro lado también era preciso cultivarse en otro sentido, debía adquirir conocimientos que le permitiesen enfrentarse al mundo exterior, ya que desde temprana edad había arrostrado numerosos ataques por ser distinto. Y la mejor manera de defenderse de ellos era sabiendo dialogar, poniendo sobre la mesa argumentos irrefutables que tumbaran cualquier razonamiento adverso. El problema es que por muchos argumentos sin discusión que utilizara al final sus detractores anteponían su mayor número a la verdad.
Así pues, lo más urgente en aquel momento era esparcir sus genes, lograr que en unos años existiese un número mayor de seres independientes en cuanto a recursos materiales se refiere e independientes en la forma de pensar. Gracias a la investigación que llevaba realizando durante 10 años aquel hombre verde logró encontrar una forma para que la mayoría de los niños que nacieran lo hicieran portando su gen mutado. Lo único que debía lograr es que los hombres ingirieran unas esporas, las cuales dentro del organismo humano se adherían a los espermatozoides modificando su estructura.
Y como el hombre verdura había predicho llegó el momento en el que fue transladado a la fuerza a un recinto de seguridad en donde no volvió a ver la luz jamás; aún así no le importaba, ya había logrado expandirse aunque nadie lo supiera. En aquel momento el gen defectuoso estaría presente en el cuerpo de cientos de humanos, la naturaleza se encargaría de hacer el resto extendiendo a este nuevo ser humano autosuficiente.