Ayer estaba tranquilamente en mi habitación con el ordenador cuando comienzo a oír a una vecina hablando con mi madre. Seguro que la vecina escuchó que alguien salía a tender la ropa y no quiso desaprovechar la ocasión para contarle su vida.
A ver, yo comprendo que le pueda contar cómo le va la vida pero esta tía cuando comienza a rajar lo cuenta todo. De primeras empezó soltándole que la tenían que operar de los tendones de la mano, que está nerviosa y lo paga con su Pepe y que ayer estuvo llorando todo el día. Mi madre aquí ya le soltó alguna excusa para pirarse, pero la tía seguía y seguía. Cambió de tema para recuperar la atención de su interlocutor, pasando a hablar de sus hijos, les había tocado un piso de protección pública (ya se lo había dicho días antes) pero ahora resulta que estaban los dos en paro, que andan buscando trabajo pero todo está muy mal, y encima su David se ha peleado con la novia, está el pobre todo el día tirado en el sofá chuchurrío. Y su Pepe (también en paro), menos mal que le sale alguna chapuza (es fontanero) porque sino se volvía loco en casa todo el día. Después de sus hijos y su Pepe, tocó tema decepciones, ella siempre ha ayudado a la gente y cuando lo necesita, todos pasan. Soltó con nombres quiénes la habían decepcionado y el porqué.
Y así siguió erre que erre rajando por la terraza durante por lo menos veinte minutos, hasta que después de tres o cuatro indirectas ya mi madre la paró en seco y la dijo que tenía que marcharse a hacer cosas. Más o menos os podéis imaginar por dónde van los tiros, y no es que esté jodida ahora y tenga que desahogarse, no, es que cuando las cosas la van bien cuenta a todo el mundo lo bien que le va a cada miembro de su familia, con pelos y señales. En resumen, que hay gente que no conoce el concepto intimidad, así que el barrio entero conoce su vida con todo lujo de detalles.