Desde hace tiempo cada vez que me cortaba las uñas de los pies se daban golpes contras las paredes de la cabeza la misma idea: ¿cómo se cortarían los hombres las uñas antes de que se inventaran los cortauñas? Porque las uñas de las manos seguro que se las morderían cuando estuvieran largas pero las de los pies, ¿qué hacían?
Vinieron a mi mente varias hipótesis pero al final todas eran una mierda, así que siguiendo el principio de la Navaja de Ockham pensé que la más sencilla de ellas sería la cierta. Y la más sencilla es que para cortarse las uñas de los pies seguían el mismo método que para las de las manos, es decir, se las mordían. Partiendo de esta sencilla premisa he elaborado una teoría un poco más compleja pero que seguro os va a parecer extraordinariamente creíble.
Lo primero que hay que decir es que algo tan sencillo como cortarse las uñas de los pies a bocados resultaba un problema por culpa de la evolución y su antojo de hacer andar a dos patas a los humanos. La evolución de la maldita columna vertebral nos hizo mantenernos erguidos pero a su vez nos dificultó sobre manera desprendernos de los excesos de uñas. Sólo los que más flexibilidad tenían eran capaces de hacerlo por sus propios medios, aunque no podían evitar comerse una ingente cantidad de mierda alojada en sus uñacas amejillonadas, de todas formas seguro que habría alguno de ellos que disfrutaban saboreando las piezas cortadas durante horas. Serían unos guarros pero al menos ellos podían andar sin tropezarse con las garras porque los menos flexibles tenían un problema aún mayor.
Pero ya sabemos todos cómo se arreglaban las cosas en el pasado (a veces también en el presente): a palos. Pues sí, al final los más bestias impusieron la ley del más fuerte y crearon dentro de cada grupo, clan o asentamiento una sección encargada como os podéis imaginar de mantener a raya las uñas de todos y cada uno de los integrantes de la tribu. Era una mierda de trabajo pero al menos, al ser imprescindibles, nunca les faltaba comida. Eso sí, como se les cayera un diente venía el ratoncito Pérez para arrearles un mamporrazo y acabar con sus vidas.
Pero como la vida es muy sabia, aquellos pobres muerdeuñas terminaron agudizando el ingenio y en sus escasos ratos libres inventaron el cortaúñas (más parecido a los alicates pero cortauñas al fin y al cabo), lo que les sirvió para hacer su trabajo más llevadero. Sin embargo ahí no quedó la cosa, su aprendizaje en el arte de la elaboración de los cortaúñas les valió para inventar la navaja toledana, muy útil para quitarse la mierdecilla entre las uñas después de comerse un buen pedazo de chorizo de mamut, y para cuya conservación jamás ha de ser limpiada. Su domino de los metales fue tal que al final hicieron una superespada con la que cortaron la cabeza de todos aquellos bestias que los obligaban a arrodillarse a sus pies para cortarles las uñas.
También inventaron otras herramientas
Y según fuentes poco fidedignas pero al fin y al cabo fuentes, cuenta la leyenda que esa espada, más conocida como Cortauñas en honor a sus creadores, fue enterrada por un antiguo rey en un profundísimo agujero, que taparon con millones de piedras y arena para que nadie pudiera encontrarla, porque quien lograse empuñarla acabaría a base de bien con la injusticia en el mundo. Es solo una leyenda pero ahí queda la cosa.