Al final las viejas que nos atosigaban cuando era pequeñajo no se salieron con la suya, pero aunque no nos pudieron a nosotros sí lo han hecho con la generación posterior a la mía.
Recuerdo cuando me bajaba a la plaza a jugar con los amigos al fútbol, era una plaza grande, llena de árboles y rodeada de pisos, en la que cada portería era el espacio existente entre dos árboles. Cuando bajábamos no había nadie, pero poco a poco se iba llenando de viejecitas, señoras regañonas y protestonas (que no protestantes, que ellas iban a ver al señor cura todos los domingos a la iglesia del barrio, que eran unas perfectas cristianas, muy buenas y muy educadas). ¿Y dónde se sentaban las buenas mujeres? Premio, donde más molestaran o pudieran decir después que se sentían molestadas. Nosotros seguíamos a lo nuestro, hasta que:
- Niños, venga fuera de aquí que nos podéis dar con el balón.
- Tenemos cuidado señora.
- Fuera de aquí, que como coja el balón os lo pincho.
- Jejejej.
- Venga al campo de tiro a jugar (¡sí claro, para que nos peguen un tiro y así deshaceros de nosotros brujas!; no es exactamente así, ya que por aquel entonces era una zona de campo que ya no se dedicaba a prácticas de tiro, pero bueno yo me invento lo que quiero para dar dramatismo a la historia).
- Váyase usted que nosotros estamos antes.
- Mira que se lo digo a vuestras madres.
- Pues dígala lo que quiera (mi madre no las tragaba tampoco, decía: “cómo se nota que no tienen niños”).
De vez en cuando las dábamos algún balonazo sin querer, despacio siempre, pero ya te montaban el pollo, lo mejor que podías hacer era coger el balón y ponerte fuera del alcance de sus temibles bastones y del viejo loco de turno.
Pero además teníamos otro problema, ya que de vez en cuando dábamos algún balonazo a una ventana, y salía la cabeza de una mujer toda enfurecida.
– Niños iros a tomar por culo al campo de tiro, como volváis a dar en la ventana llamo a la policía.
Cuando habíamos dado diez balonazos más a la ventana y salía por tercera vez nos íbamos. Hasta ahora os he contado dos de los tres problemas a los que nos enfrentábamos para jugar al fútbol (viejas en los bancos y ventanas), pero había una tercera dificultad, y era que como la plaza estaba rodeada de casas y estas tenían terrazas, de vez en cuando algún balón se colaba en ellas. Y claro el que lo colaba le tocaba ir.
- Hola, se nos ha colado un balón en su terraza, han venido los mayores y para molestarnos nos lo han colado, ¿me lo podría dar?.
- Sí claro, estos chavales son unos delincuentes, pero de todas formas os deberíais ir a jugar al campo de tiro.
A veces no funcionaban ni estos truquillos ni la cara de bueno, ni los pucheros ni nada, así que dábamos la tabarra hasta que nos daban la pelota bajo juramento sobre Barrio Sésamo de que no volveríamos a jugar más allí. Y es que ya no teníamos respeto ni a Espinete, así que al día siguiente estábamos otra vez dando patadas al balón en el mismo lugar.
Como comprenderéis con todos estos inconvenientes ninguno de mis amigos, ni yo por supuesto, hemos conseguido vivir del fútbol, ni siquiera dar dos patadas seguidas sin que se caiga el balón. Aunque tampoco lo sé porque ya no tengo relación con ninguno de ellos, lo que sí sé es que algunos acabaron metidos en las drogas con los drogatas que se colocaban en la vía, información siempre suministrada por mi madre (desde siempre sabía que el Juanma iba a acabar mal).
Pero lamentablemente ahora la plaza está desierta, solo de vez en cuando veo a algunos chavales negritos jugando al balón, y ya no están los drogadictos (que nunca se metieron con nosotros aunque por respeto manteníamos la distancia con ellos), pero siguen manteniéndose las viejas (ahora hijas de las viejas que nos perseguían con sus bastones en alto).
Qué bien lo planearon las jodías, en buena hora decidieron invertir sus ahorros en acciones de la PlayStation y en las televisiones, finalmente han conseguido lo que se propusieron, acabar con el fútbol callejero en el barrio. Será también porque ahora los niños se habrán ido a jugar al campo de tiro, convertido en barrio, con chalets y pisos, no, no creo.