Miradas

Son las 11 de la noche, me voy a casa en el metro, para ello he de coger el ramal Ópera-Príncipe Pío (para los de fuera de Madrid es un metro que va de una estación a la otra) me siento, enfrente se sienta una chica, hay muchos sitios libres, entra un tío de unos 50 años, hay muchos sitios libres, pero un montón de sitios libres. ¿Dónde se sienta? Al lado de la chica que rondaría los 18 años, tirando a lo alto.

Si hay sitios libres la gente casi siempre tiende a sentarse en un asiento en el que al lado no tenga a nadie, esto ocurre en el 95 % de las ocasiones, por eso cuando alguien rompe esta costumbre es algo llamativo. Pero cuando un viejuno con cara de salido asqueroso elige aplastar el culo al lado de una chica guapa te quedas mirando con curiosidad. Aunque al fin y al cabo el tío tampoco hace nada malo, puede sentarse donde le de la gana, mientras no moleste a nadie. Pero aquí está el problema: sí que molestaba.

El tío no paraba de mirar a la chica, sin ningún tipo de disimulo, le hizo una radiografía, se la quedaba mirando a la cara fijamente. La chica le miró, él no apartó la vista, se la notaba nerviosa a la pobre, me miró a mi, yo le puse cara de circunstancias y decidí mirar fijamente al tío cerdo con cara de malo. Pero me parece que no se percataba de nada, estaba absorto mirando a la chica. Al final al llegar a Príncipe Pío nos bajamos, la chica por un lado y el viejo cerdo por otro, probablemente aquellos fueron los 5 min. más largos para la muchacha.