¿Quieres adelgazar? En el Metro es muy sencillo

Vaya infierno he vivido hoy en el metro, me duele todo el cuerpo, incluso estoy pensando en pillarme una baja. Hoy hay un paro de conductores de metro de 7 a 9 de la mañana y de 7 a 9 de la tarde, debido a lo cual había un 50 % de servicios, es decir si normalmente los vagones van llenos ahora deberían llevar al doble de gente.

Pues bien, yo cojo tres metros distintos y los tres iban abarrotados, he podido ver de todo y lo incivilizados que estamos, parecemos borregos sin ninguna educación ni civismo. Ya de por sí he ido escuchando a Deluxe a ritmo de bacalao porque tenía a un tío detrás arrimándome la cebolleta con bacalao a tó meter, que debían estar oyendo en el otro extremo del tren.

Más o menos he llegado bien hasta el último metro, aunque ya empezaba a tener espasmos y pinchazos en la espalda. Pero lo de la línea 4 ha sido algo indescriptible, el andén estaba petado, no cabía más gente aunque yo estaba de los primeros así que iba a entrar seguro. Llega el metro y empieza a salir gente, en eso que una señora en vez de salir y luego entrar para que todo el mundo pueda abandonar el vagón, ella se queda en todo el medio no sea que luego no pueda entrar. Una chica se encara con ella, reprochándola que salga y un tío grita por detrás: “¡Vieja, quiere salir, cojones!”, yo en ese momento he apagado el mp3 porque presenciaba algo grande. Pero la señora no dijo nada aunque no salió del tren y pronto se metió para dentro ocupando los espacios vacíos que se iban creando.

Pero no queda ahí la cosa porque cuando ya estábamos todos aplastados un tío entró con un salto hacia adentro con la rodilla por delante y varias señoras intentaban entrar a base de empujones. Y al final, cómo no, consiguieron entrar a pesar de que todos queríamos pisarlas las cabeza. Hablando de cabezas, pobre el chavalín que iba a mi lado, todo aplastado y encima con un tío que iba agarrado a la barra del techo con un brazo y el otro apoyado en la cabeza del niño, y es que al entrar se había quedado en esa posición y ya no podía hacer nada. Probablemente el niño habrá perdido el cuello para siempre.

Las revoluciones a lo largo de la historia tuvieron como una de sus causas las malas cosechas, lo que provocaba que la gente estuviera mosqueada y predispuesta a liarla, en este nuevo siglo creo que las malas cosechas se van a sustituir por la saturación de gente en el metro. Menudas caras de cabreo.