CENICIENTA (ÚLTIMA PARTE ESCRITA POR MI)

Aunque esta historia pueda parecer irreal, producto de dos mentes destrozadas por los efluvios del anís el mono y del costo mezclado con zurraspas del tío Mohamed, no es así amiguitos y amiguitas, es real como la vida misma. De hecho os acordaréis de Kamelas y de mi cuando dentro de unos años os compréis las revistas del corazón para ver las fotos del Príncipe Felipe y Doña Cenicienta. Lo que pasa es que nosotros estamos hechos unos visionarios, estamos más allá del común de los mortales, pero somos buenos y no nos aprovechamos demasiado de nuestro don.

El bodorrio fue espectacular, se casaron en la iglesia de Nuestra Madre Que Se Quedó Preñada por Arte de Magia en un ambiente íntimo pero no exento de lujos, para ello el cura del pueblo sacó su mejor vajilla y manteles, compró un tintorro de botella de dos eurillos, del que dio buena cuenta después de la ceremonia, y bromeó con el principito sobre si aquella iba a ser la definitiva o aún iba a casarse alguna vez más. A continuación del enlace, se agasajó a los invitados con los platos más exquisitos elaborados con las mejores materias primas, se gritó el típico Viva los novios y se cortó una tarta de 15 pisos de altura. Por último, en un alarde de esnobismo decidieron beber el champán en los zapatos, cosas de ricos, no le deis demasiadas vueltas.

El Urdangarín, siempre pensando en el negocio, aunque tenga un cargo que le impide tales cosas, se dirigió a los novios y les quitó la ropa interior para venderla a cachos y así sacar una tajada. Dinero que en parte iría para los recién casados porque mientras él fuera el encargado de la bolsa siempre podría hacer un trasvase rápido a su bolsillo.

Pero lo que resultó curioso es que algunos pedazos de gallumbos del Felipe estaban con restos de semen, el caso es que se había puesto pinocho en el banquete observando a una jovencita. Después del típico vals y de aguantar los bailes de los borrachos de turno, el príncipe intentó localizar a aquella dama pero le fue imposible, sólo pudo hallar uno de sus zapatos encima de la mesa, un bello y frágil zapato de cristal con unas marcas rojas de labios.

Y como los autores de este cuento somos un pelín cabroncetes y nos gustan los finales que se quedan en el aire dejamos que vosotros os montéis la peli por vuestra cuenta y os imaginéis quién podía ser aquella misteriosa muchacha…

FIN