Por favor, alguien que suela coger el autobús a menudo, que me baje de esta nube porque basta que utilice el autobús para que ocurra algo insólito. La penúltima vez fue
el conductor de rallies, yendo a toda pastilla con la carretera congelada, y esta última vez el espectáculo lo ha dado una señorita con su chico.
Ambos estaban sentados donde hay cuatro asientos, ella era una calamidad en cuanto a buen gusto vistiendo: pantalón rojo a juego con los labios, pintados con una intensidad que hacía daño y con un abrigo de leopardo; además era más fea que el demonio. El chico, sentado en el asiento que da al pasillo, era lo que se dice un tipo normal, un poco gordito, pero con ningún rasgo destacable, sólo señalar que iba jugando con una PSP y tenía una bolsa entre las piernas.
Iban sentados en la zona del autobús con cuatro asientos como en la de la imagenTodo parecía tranquilo hasta que el conductor tomó una rotonda un poco rápido y al pobre chico se le escapó la bolsa y salió rodando hasta el pasillo. Ese fue el motivo por el que comenzó la fiesta y el inicio del ridículo que tuvo que pasar el bueno de Juanjo, al que le borraron el nombre en poco tiempo:
- Si es que no estás a lo que tienes que estar, Juanjo – comenzó a decir la de los labios rojos.
El chico no dijo ni mu, se limitó a coger la bolsa, sentarse de nuevo y centrar la vista en la maquinita, pero la leopardo no iba a dejarle tranquilo durante todo el viaje, con un tono de voz para nada bajo:
- Te has visto, mira que tripa tienes, si es que no estás a lo que tienes que estar. Siempre te pasa igual, lo que no puede ser es que estés todo el rato con la maquinita. Es que Juanjo, no sé lo que voy a hacer contigo, si estuvieras a lo que tienes que estar.
No sé la de veces que le dijo “no estás a lo que tienes que estar” y “Juanjo” pero fueron unas cuantas. Juanjo levantó un poco la vista y observó que sólo había un sitio a dónde se dirigían todas las miradas del autobús, y ese era él. Supongo que para que la bolsa no volviera a salir rodando, se cambió de asiento al de enfrente, al lado de la ventana, con tan mala suerte que pisó a su acompañante.
Aquello ya fue el detonante, sus ataques hacia Juanjo se intensificaron, parecía que su objetivo aquella tarde era dejar en ridículo al pobre chaval:
- Joder Juanjo, pero quieres tener cuidado. Lo ves como no estás a lo que tienes que estar, eres un desastre, lo que no puede ser es que estés todo el día con la maquinita, mira que gordo te estás poniendo, y a ver si te cortas el pelo que pareces un gitano. Ay Juanjo, no sé lo que voy a hacer contigo, si estuvieras a lo que tienes que estar.
Así estuvo la leopardo hasta que se bajaron, mientras el Juanjo a pesar de apagar la PSP, continuaba sin levantar la vista.