Los superfrikis

Esta semana desde el principio se ha visto quien iba a salir de la cabecera, de nuevo se vuelve a demostrar que los superhéroes no gustan y que preferís gente normal, de la calle, de esos que véis todos los días paseando por vuestro barrio. Así pues, hasta luego Supersello y bienvenido el Pelopo Leopoldo.

¿Qué es lo primero que os llama la atención viendo al nuevo superfriki? ¿los colgajos del cuello? ¿la pedazo de perla que lleva en el cuello y debe dificultarle la respiración? ¿las gafas pequeñicas? ¿la mirada asesina? Con cualquiera de estas cosas podríamos estar hablando horas y horas pero ¿por qué no hablar de ese pedazo de pelopo que tiene el menda?.

Porque os he dicho lo del pelo sino ni os fijáis

En realidad el tremendo pelo de este hombre es debido a una extraordinaria mutación de su organismo como medio de autodefensa. El Leopoldo era el típico muchachito sabelotodo, empollón, gilí y respondón, en definitiva, carne de cañón para los repetidores y gamberretes del cole que le ponían fino a hostiejas. Pero lo que más les gustaba era inflarle a collejas porque la tenía muy maja para tal menester, era de esas collejas que daba gusto escuchar, un delicioso sonido procedente del cuello que colmaba de placer a sus ejecutantes. Hasta la madre del Leopoldo le enchufaba buenas collejas cuando metía los dedos en la tarta de queso recién hecha.

Pobre Leopoldo, iba siempre con su colleja colorá de las manguzadas que le daban en esa zona pero de lo que no era consciente es que en su organismo algo estaba ocurriendo. Poco a poco su pelo se iba volviendo más tupido y saliéndole en zonas en las que antes no tenía (a parte de los huevos, de los sobacos y del culo), me estoy refiriendo al cuello. Al poco tiempo de que Leo se diera cuenta de que algo estaba pasando se encontró con una bola de pelo encima de su cabeza. Su madre le obligó a ir a la peluquería porque no podía salir así a la calle, no quería que los gorriones criaran en la cabeza de ninguno de sus familiares.

El peluquero acojonado ante lo que tenía delante optó por las tijeras para podar los arbustos de su casa, chas, chas, chas y no hubo más chas porque se jodieron, el pelo de Leopoldo era de una fuerza inusual. El peluquero probó con todo: tijeras de varios tipos, podadoras, sierras eléctricas, pero no sirvieron para nada así que harto le pegó una patada en el culo y le dijo que no volviera por allí. Desde este fantástico crecimiento capilar, Leopoldo no volvió a cortarse el pelo, no es porque no quisiera que en verano le molestaba que no veas, sino porque nadie ni nada era capaz de hacerlo.

La madre y los compañeros del instituto resignados no tuvo más remedio que aceptarle tal y como era pero lo más importante es que no volverían a escuchar aquel hermoso sonido de una colleja bien dada. Al menos ninguno más se atrevió a hacerlo desde que un macarrila le fue a pegar una colleja y se les quedó la mano atascada entre la maraña de pelo, la única solución fue amputarle la mano.

El menos votados esta semana ha sido el abuelo Reprochuto y por tanto será superfriki de la semana.