
Lo primero que nos temíamos es el aumento del bullicio en la oficina y el creciente flujo de personas hacia la puerta para salir a fumar, a mi particularmente me molesta en momentos puntuales pero lo llevo más o menos bien. Lo segundo que temíamos era el horariro de comidas, tenemos un comedor bastante pequeño así que no sabíamos cómo íbamos a repartirnos; esto tampoco ha sido un problema porque ahora se puede hacer de 13.30 y a 15.30, antes sólo había dos horas. El tercer miedo que teníamos era el trato con ellos, algunos decían que iba a haber tiranteces pero de momento tampoco hay ningún problema.
Estos eran básicamente los tres puntos que nos preocupaban pero hay un cuarto que nadie había tenido en cuenta: el baño. Como en muchos asuntos de la vida, el conocimiento es la base para evitar situaciones desagradables y después de un tiempo currando en el mismo sitio con los mismo compañeros, uno ya sabe los horarios de los demás para soltar lastre. Así que cuando ves a alguien ir al baño en su franja horaria habitual para tal menester, sabes que no puedes ir en un rato, después dependiendo del compañero deberás dejar un tiempo de seguridad mayor o menor.
Pues bien, todo lo aprendido en este tiempo se ha ido al garete, de nuevo vuelvo a comerme malos olores y a ver la estela dejada por algún mulatito antes de ahogarse y pasar a mejor vida. No me queda más remedio que vigilar a los cinco nuevos especímenes masculinos, que han venido a sembrar el caos en un baño que creía tener más o menos controlado.