Los superfrikis

Bueno, bueno, bueno, de nuevo el Chino Minga se vuelve a salvar por los pelos, en este caso un poco más sobrado que la semana pasada pero de nuevo en la cuerda floja. Esto me genera algunas preguntas: ¿será invencible este chino que nadie puede acabar con él? No sé pero ahí está y quien quiera echarlo lo puede hacer aunque parece que tiene un grupo de fieles que van a hacer todo lo posible por evitarlo. En fin, Guinomérida que te vas a la Isla de la Mierda, su lugar lo ocupa el bueno de Dimitri, desde la Rusia profunda y fría.

Aquí donde le tenéis Dimitri es un importante humorista allá en Rusia, superconocido por todos los rusos y esa es una de las razones por las que ha decidido emigrar a nuestro país. Allí estaba harto de no poder ni pasear por la calle porque se le avalanzaban todas las chavalas sobre él, además con cualquier chica con la que pasaba una noche haciendo su deporte favorito al día siguiente era noticia en las revistas del corazón. Era el personaje que más salía en los programas de cotilleos, le seguía una cámara a cualquier lugar y tenía un micrófono en la boca a todas horas, no podía seguir así, ¿qué pasa que no se puede ser un símbolo sexual en Rusia?

Anuncio junto a su amigo Alexei promocionando su país

Aquí de momento las está pasando putas para vivir del humor y tiene que ganarse la vida con su cuerpo, alimentando el deseo sexual de señoras de mediana y alta edad. Entretanto va aprendiendo el vocabulario del país, sobretodo las palabrotas, muy importantes para darle fuerza e intesidad a sus chistes y monólogos. Como curiosidad ¿sabíais que en Rusia los chistes se cuentan con la cara seria tipo Eugenio? (esto es cierto, el resto puede ser producto de mi imaginación) Por supuesto le hemos pedido que nos cuente al menos un par de chistes para ver si tiene o no futuro:

Un ruso, un cubano y el Sr. Deva Banana de un país africano están en un tren recorriendo Europa. El ruso saca una gran botella de vodka, sirve a cada uno de sus compañeros un trago y luego arroja la botella, aún medio llena, por la ventana.

- ¿Por qué hizo esto? - pregunta el Sr. Banana.
- Hay tanto vodka en mi país, - responde el ruso - tenemos más de lo que podemos consumir.

Más tarde, el cubano pasa una caja con cigarros cubanos. Cada uno toma uno y lo enciende, luego, el cubano arroja el resto de la caja por la ventana.

- ¡Por dios!, - exclama Banana - ¿por qué hizo eso?
- Los cigarros, - responde el cubano, - están a diez centavos la docena en mi país. Tenemos tantos que no sabemos que hacer con ellos.

El Sr. Banana se sienta en silencio por un rato. De repente, se levanta, agarra a un sacerdote y lo tira por la ventana.

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Y para acabar uno cortito:

- ¿Cómo se dice frio en ruso?
- Raska.