El hotel en el que estábamos estaba repleto de alemanes, en porcentaje estaríamos hablando de un 90%, el resto éramos españoles, franceses y de otros países. Y de todos, el 80% eran viejunos.
En cualquier caso prefiero a los alemanes antes que a gente de otros países, incluidos los españoles. Los germanos le dan de lo lindo al bebercio pero luego en general eran de lo más educado, además podías decirles cualquier cosa porque no te entendían una mierda. Los franceses la verdad es que no se notaban; sin embargo los pocos españoles que había y algunos otros de países del este eran los más terminaban con la tranquilidad a base de gritos.

En fin, que le cogí un poco de cariño a los alemanes, sobre todo a unos cuantos con los que nos cruzábamos a todas horas en el hotel. Y para reconocerlos les pusimos unos motes:
Mr. Proper: era un calvete que se pasaba casi todo el día en la terraza de su habitación.
Los Ángeles de Charlie: Era una pareja, ella tenía pinta de Ángel de Charlie y él de Charlie chuloputas, estaba morenísimo, con pelo engominado y aunque entró con tipico salió con pecho palomo.
Las Chicas de Oro: tres mujeres a las que les gustaba empinar el codo, las veíamos siempre después de cenar, dos de ellas bebían Baileys y la otra Smirnoff a palo seco. Era una tía dura.
La Patizamba: con sus andares descoordinados.
La Comehombres: No comment.
La Divina: una viejuna que iba siempre de punta en blanco.
La Tsunami: mujer de grandes volúmenes.
El Tío Ángel: un hombre que se parecía al tío de mi chica.
El Chiquitín: la excepción que confirma la regla de que los alemanes son grandotes y fornidos. Este era un renacuajillo.
El hombre que sujetaba las columnas: siempre le veíamos turciao, con un pedo de aupa, luchando por mantenerse erguido.