Apnea de supervivencia

Si hay algo que odiaba cuando iba a la piscina con los amigos eran las competiciones natatorias. Tengo claro que el agua no es mi medio idóneo, aunque consigo no hundirme en el agua, se me da como el culo nadar e incluso flotando me canso en seguida. Por ello, cuando el típico chulito decía: “Venga a ver quién consigue llegar desde una punta a la otra de la piscina buceando”, yo me echaba a un lado y decía que pasaba, prefería disfrutar del placer de respirar.

Sin embargo casi sin quererlo en los últimos años estoy pensando en presentarme al campeonato mundial de apnea, sip, el asunto ese que consiste en meterte en el agua y aguantar sin respirar todo el tiempo que puedas. Seguro que os estaréis preguntando a qué es debido este cambio en mis aptitudes físicas, pues bien la explicación es sencilla: al entrenamiento involuntario de supervivencia (EIS).

Seguro que os he dejado con la patas parriba, pero en cuanto os diga en qué consiste ese entrenamiento lo vais a pillar en seguida. Resulta que cuando pasas muchas horas en la oficina es lógico que de vez en cuando tengas que ir al baño a hacer aguas menores o asuntos sólidos mayores, y no siempre que entras te encuentras con aire salubre. Así que te quedan dos opciones: respirar mierda o hacer saltar un mecanismo de supervivencia que consiste en aguantar la respiración. Y día tras día haciendo uso de ese mecanismo terminas con una más que aceptable capacidad para no respirar durante largos periodos de tiempo.